Flexibilizar todo lo que sea necesario

EQUO Huesca

DE NUEVO nos situamos ante una reforma laboral establecida vía real decreto. Detrás de este eufemismo se descubren una serie de medidas que, al margen de consideraciones técnicas, van a tener como consecuencia la precarización de las condiciones laborales. Resulta complejo entender la mentalidad de las personas que dirigen el gobierno y las grandes empresas pero, al parecer, en el centro de su pensamiento se asienta una idea clara: las crisis se resuelven incidiendo en el elemento trabajo. Para ello se flexibiliza todo lo que sea necesario, abaratando el despido, por ejemplo. Sin embargo, en este juego de tecnicismos económicos se olvida que el "elemento trabajo" son personas. ¿Es más importante un sistema económico que las personas a las que, en teoría, debería de servir? Aunque nos digan que las decisiones se toman desde la más estricta racionalidad económica, la realidad nos muestra que no hay nada de racional en un sistema que ahoga y explota a sus gentes. En este sentido cabe preguntarse también que ha sido del Derecho del Trabajo. Este derecho se configura para defender a la parte más débil en una relación que se considera desigual, pero si las sucesivas reformas van minando cada vez más este Derecho, deberíamos de ir asumiendo que lo que se está generalizando es la indefensión frente a la empresa. Si esto es así, estamos retrocediendo como sociedad y destruyendo el contrato social que creó el Estado de Bienestar. Y por si fuera poco, todo ello con unos dirigentes políticos y gran empresariado que asumen que la reforma no generará empleo en el corto plazo. ¿Para qué, entonces? Estas iniciativas, pensamiento, ideología… o como queramos denominarlo expresan sencillamente algo que, a menudo, solemos olvidar: el sistema se fundamenta en la desigualdad. Muchas personas y grupos han presentado propuestas encaminadas a la construcción de un sistema justo. Comenzando por los impuestos a las transacciones financieras hasta el establecimiento de un salario universal, pasando por el reparto del empleo y el fortalecimiento de las economías locales. Existen propuestas pero no hay visión ni voluntad política para llevarlas a cabo. Hoy debemos decir que no a la reforma laboral que nos imponen porque no va a reanimar un sistema económico muerto y porque va contra las personas. ¿Nos atrevemos a tomar la calle para decirlo? Hoy debemos de decir que hay otras ideas y propuestas que pueden contribuir a generar una sociedad más justa y equitativa. ¿Nos atrevemos a ponerlas en marcha?

vía Diario del Altoaragón – Tribuna altoaragonesa.