Primero quiero solidarizarme con el dolor del pueblo japonés y mostrarles todo mi respeto por la triple catástrofe que tuvieron que afrontar hace ahora un año: el terremoto, el tsunami y el nuclear de Fukushima.
Antes de 2011, la producción de electricidad de Japón dependía casi el 30% de la nuclear. Un año más tarde, 52 de los 54 reactores ya se han cerrado, y el consumo de energía se redujo en un 15%.
Los japoneses están haciendo frente lo mejor posible con los medios que disponen para descontaminar su territorio. Mientras envían a sus hijos a la escuela con medidores para dosificar y medirse la contaminación en el arroz, los escombros, el aire… pendientes de la radiación que llega a su piel. Mientras Westinghouse y Toshiba Mitsubishi General Electric (socio de Areva para el reactor de ATMEA) siguen cínicamente con sus planes para la exportación de reactores a Vietnam, Turquía, Jordania … hay otros que trabajan para vender en la India, Malasia o en varios países africanos.
No debemos minimizar la persistente gravedad de la situación en Fukushima y de todo el archipiélago. Negar que los gobiernos francés, español y en general los estados que mantienen su desarrollo de energía nuclear exponen a su población y a la de sus vecinos a riesgos graves que solo beneficia a unas pocas multinacionales a expensas de miles de millones de seres humanos. Un «estado nuclear» está basado en la mentira y el secreto.
El lobby nuclear, que incluye políticas, funcionarios gubernamentales, académicos, medios de comunicación, es como una apisonadora que aplasta a todo el mundo, y sobre todo el pueblo. Se crean «los mitos de la independencia, seguridad y coste.»
Hay probabilidades de un accidente grave en el mundo, ignorar el riesgo es esconder la cabeza bajo el ala.
Tras el informe del Tribunal de Cuentas que se publicó en enero, si se incluyen todos los gastos del sector, la investigación para el almacenamiento de los residuos, sin incluir el coste de un accidente, el precio megavatios / hora de electricidad de origen nuclear sería «el mismo que para la energía eólica».
El accidente en Fukushima mostró, por primera vez que un evento natural extremo, podría conducir a un accidente de fusión del núcleo. Se ha visto que las condiciones de seguridad se toman para hacer rentable la instalación, pero que si seguimos aumentando la seguridad esta dejaría de ser rentable. El coste externo lo está asumiendo ahora Japón.
No es suficiente verificar la importancia de los márgenes de seguridad disponibles o hacer algunos ajustes para maximizar los márgenes. Es necesario agregar un nivel de defensa en profundidad a instalaciones nucleares, para que tengan la capacidad para garantizar la disponibilidad de las funciones vitales de la seguridad de la planta y suficiente para todas las circunstancias estrés ambiental físicamente posible.
Por eso pienso que hay que tener un calendario de cierre de las centrales nucleares actuales, es mejor invertir en tecnología renovable en la cual éramos punteros que malgastar en mantener centrales obsoletas como la de Garona.
Rosa Burgos es Miembro de Equo Zaragoza.